- Las personas que viven en alquiler tienen casi tres veces más probabilidades de vivir en riesgo de pobreza que las que lo hacen en propiedad.
- La baja capacidad redistributiva hace que exista una disonancia entre el crecimiento económico y el bienestar social.
A pesar del crecimiento de algunos datos macroeconómicos, la pobreza y las desigualdades sociales siguen enquistadas en Cataluña. Es una de las realidades más preocupantes que pone de manifiesto la nueva Radiografia INSOCAT – Enquesta de Condicions de Vida 2025, publicada por ECAS (Entitats Catalanes d’Acció Social) y que se presentó el martes 18 de marzo en el Palau Macaya de Barcelona y donde asistió Marta Garcia, responsable de Acció Comunitària coordina el Insocat dentro de la federación.
Aunque observamos una reducción tímida y gradual de la tasa AROPE (At Risk of Poverty or Exclusion) desde 2020, 1 de cada 4 personas sigue viviendo en riesgo de pobreza y exclusión de forma persistente y cronificada en Cataluña. Sin embargo, los datos no muestran toda la realidad porque “dejan fuera situaciones como las personas que no tienen hogar o que no están empadronadas”, tal y como ha recordado Teresa Bermúdez, vocal de pobreza de ECAS: “Hay una pobreza invisibilizada que no recogen los datos que, si se tuviera en cuenta, haría aumentar estas cifras».
Una economía que crece, pero una pobreza que persiste
Esta disonancia se explica cuando comparamos algunos indicadores macroeconómicos como el paro, que se ha reducido en los últimos años -del 23,1% en 2013 al 8,9% en 2024-, con datos como la pobreza en el trabajo, que se mantiene estable en el 10%: “tener trabajo no garantiza unas condiciones”.
Al mismo tiempo, la desigualdad se ha consolidado: el 20% de la población con mayores ingresos gana 4,6 veces más que el 20% con menores ingresos. Este desequilibrio se refleja en la creciente dificultad para acceder a necesidades básicas como la vivienda, la energía y la alimentación.
La vivienda, factor clave en el empobrecimiento
Uno de los factores determinantes de esta situación es el acceso a la vivienda, que se ha convertido en uno de los principales generadores de pobreza en las últimas décadas. Tal y como muestra la Radiografía INSOCAT, el riesgo de pobreza entre las personas que viven en alquiler es del 29,8%, casi tres veces superior al de las personas que viven en régimen de propiedad (11,4%).
Estas cifras evidencian que el encarecimiento de la vivienda, especialmente del alquiler, está expulsando a muchas familias hacia situaciones de vulnerabilidad económica y exclusión social. De hecho, «el alquiler medio en Cataluña ha aumentado un 56% en la última década, mientras que los salarios sólo han crecido un 20%, provocando una pérdida de poder adquisitivo que limita gravemente la capacidad de consumo y ahorro de la población«, según Bermúdez.
La pobreza no afecta a todos igual
Esta cronificación de la pobreza y estancamiento social no afectan a todos por igual: la población infantil es la que mayor riesgo sufre, y el 33,8% de los menores de 18 años están en riesgo de pobreza. Es la franja de edad en la que la tasa AROPE más empeora.
Cabe recordar que las personas menores de edad que padecen pobreza viven en familias donde sus integrantes también sufren: “sabemos que la pobreza se perpetúa de generación en generación, es hereditaria, y que los niños que hoy sufren pobreza, probablemente el día de mañana serán adultos que también la sufran”, ha remarcado Teresa Bermúdez.
De hecho, la infancia y la adolescencia son la población que menos se beneficia de las transferencias sociales: poco más de un 10% salen de la situación de riesgo tras recibir las ayudas sociales, mientras que éstas sacan casi un 23% de la población de la pobreza.
Medidas para paliarlo
La mala redistribución de la riqueza pasa, entre otras cosas, por un cambio en la fiscalidad. Según el sociólogo e investigador José Antonio Noguera, que ha participado en el acto en una mesa de diálogo con Mariona Puigdellívol, directora general de ECAS, el sistema fiscal “no es suficientemente redistributivo”. Debemos ir hacia una fiscalidad “más generosa”, y si no se cambia este modelo es “porque hacerlo es impopular”.
Algunas de las medidas que pueden tener margen de oportunidad por su transversalidad, según Noguera, son la mejora del sistema de prestaciones, incluyendo el complemento salarial y una prestación universal por crianza. «Las políticas dirigidas a las familias son muy importantes para combatir la pobreza infantil», ha recordado Bermúdez en la presentación.
También hay que “mejorar la cobertura de las rentas mínimas”, según Noguera, y compatibilizar ayudas como la Renta Garantizada de Ciudadanía con las rentas de trabajo, una medida que hace años que las entidades sociales reclaman y que actualmente ha sido reanudada después de estar parada con el adelanto de las elecciones en la legislatura pasada.
“Reconocemos las medidas que se han tomado y que quieren ayudar a paliar la pobreza, como la regulación de los precios de alquiler o la reducción del IVA de los productos básicos, pero estas medidas no pueden ser sólo coyunturales o tímidas, si se quiere luchar contra las causas estructurales de la pobreza”, ha concluido Bermúdez.




